La experiencia de una representación
MARÍA LASTRA (Jan en Grease)
Nervios, muchos nervios, nervios emocionados, nervios por dar a conocer todo el trabajo que durante todo este tiempo has llevado a cabo junto con todas esas personas, nervios mientras ultimas los detalles. Nada puede fallar, os lo debéis.
Te maquillas, te vistes con esos trajes tan logrados que tanto ha costado conseguir, con faldas largas de colores, chaquetas rosas ‘‘Pink Ladies’’, unas gafas vistosas y recoges tu pelo en unas coletas.
Media hora, ya no queda nada, se masca la tensión en el ambiente, ya van a abrir las puertas para que la gente vaya entrando y ocupando sus lugares en el teatro, todo el mundo a sus puestos, detrás del telón, no pueden veros, si no, no será una sorpresa.
Comienzan los murmullos, las voces, se llena el teatro, al otro lado del telón corazones que laten veloces, caras de concentración, de miedo en los principiantes, los hay que dan vueltas mientras repasan sus diálogos, otros se aíslan y concentran, algunos no pueden dejar de hablar o les invade algo de locura, buscan sus personajes dentro de si mismos. Diez minutos, esto ya está casi, se cierran las puertas, mucha gente tendrá que esperar al próximo día. Todos a sus puestos, un minuto, se masca la emoción, mezclada con algo de miedo, unos segundos, no hay marcha atrás, se abre el telón… ¡Comienza la magia!.
De repente todas las preocupaciones y miedos se esfuman, hasta tu mismo desapareces para dejar paso a esa persona nueva que, ensayo tras ensayo, ha surgido dentro de ti. El vergonzoso se vuelve “el rey de los calvos”, el tímido “el ídolo adolescente” e incluso la alocada se vuelve ‘‘tímida y recatada’’. Ahora los diálogos fluyen solos, las canciones y bailes son algo innato en ti, cuya única preocupación es que ese “gallo” no salga o conseguir no perder el aliento en esa canción tan difícil. Emoción entre cortinas donde a duras penas se consigue no ponerse a cantar a voz en grito esas canciones tan pegadizas. Carreras y prisas en los vestuarios durante todos esos cambios de ropa, en los que comentas emocionado la escena anterior y ultimas detalles de la siguiente, y por supuesto, mucha atención en las luces, decorados y música.
Hace calor, mucho calor, notas el maquillaje resbalando por tu cara, pero te da igual, no cambiarías ese momento por nada en el mundo, disfrutas a mas no poder.
Durante el año te has dado cuenta de que “hacer de tonto” es lo más divertido del mundo y de que ese personaje, que al principio no parecía convencerte del todo, ahora no lo cambiarías por nada.
“Agua, necesito agua” suena entre camerinos, o quizás un abanico para ahuyentar un poco el sofoco.
Bueno, llega el intermedio y con el un pequeño descanso mientras os dan una pequeña charla en la que se comentan fallos y se dan ánimos para que la fuerza no decaiga en la segunda parte. Ha pasado una hora y casi ni te has dado cuenta, el tiempo parece que vuela cuando estas disfrutando.
“Vamos, vamos, tiene que parecer una fiesta”. Apagón tras el telón, “aau! ¿Contra quien me he chocado?”. Todos a sus puestos, se ilumina el escenario, la magia continúa.
El descanso del intermedio ha venido bien, hay que empezar con fuerza. Bailes, diálogos improvisados en un segundo plano… “puaag, este ponche esta asqueroso” pero da igual, sonríe, es una fiesta. En los vestuarios prisas de nuevo “¿me ayudas a atarme el vestido?” y… “¿Dónde deje yo mis alas?”.
Todo se llena de humo cuando los ángeles aparecen, “uff, no veo nada y huele a… ¿¡vainilla!?” Cada vez más se acerca el final, y con el esa canción tan difícil, ese baile tan rápido… Últimos ensayos de coreografías por los pasillos pero “shhh, no hagáis ruido”, vuelves al escenario y toda preocupación vuelve a desaparecer, vives el momento. El cansancio, el calor… Hace mucho que dejaron de importar.
Y con mucha emoción y algo de pena por que acabe, llega el final, los saludos, los aplausos de ese público que también se ha olvidado de todo por un rato y se ha metido en la historia en la vida de esos personajes. Se cierra el telón entre gritos, saludos y aplausos, ahora la alegría estalla tras las cortinas, mil abrazos con toda esa gente que durante estos meses ha compartido tu sueño y que ha dado lo mejor de sí para que todo esto fuera posible.
Ya solo queda recoger, guardar los trajes, despedirse, hasta que la magia del teatro vuelva a reunirnos.